/¿Haces el té o no?,/ preguntó el joven/ del abrigo andrajoso,/ separando su mirada de mí/ para dirigirla a la mujer./ ¿Le sirvo también/ a ese señor?/ preguntó ella./ Vamos, termina, ¿no?,/ repuso él/ con tal brusquedad/ que me hizo sobresaltarme./ Había hablado de una forma/ que delataba/ una naturaleza/ realmente perversa./ No sentí desde aquel momento/ inclinación alguna/ a considerar a aquel hombre/ como un individuo extraordinario./ Cuando el té estuvo preparado/ y servido en la mesa,/ Heathcliff dijo:/ Acerque su silla, señor./ Todos nos sentamos a la mesa,/ incluso el tosco joven./ Un silencio absoluto/ reinó en el salón/ mientras tomábamos el té./ Puesto que yo/ era el responsable/ de aquel nublado,/ debía ser también yo/ quien lo disipase./ Aquella tristeza y silencio/ que mostraban/ no debía de ser/ su modo habitual de comportarse./ Así pues, lo intenté:/ Es curioso el considerar/ qué ideas tan equivocadas/ solemos formar a veces/ sobre el prójimo./ Mucha gente no podría imaginar/ que pudiera ser feliz/ una persona que lleva/ una vida tan apartada del mundo/ como la suya, señor Heathcliff./ Y, sin embargo, usted es dichoso/ rodeado de su familia,/ con su amable esposa,/ ¿Mi amable esposa?,/ interrumpió con diabólica sonrisa./ ¿Y dónde está mi amable esposa,/ si se puede saber?/ Me refiero a la señora Heathcliff./ ¡Ah, ya! Quiere usted decir/ que su espíritu,/ después de desaparecido su cuerpo,/ se ha convertido/ en mi ángel de la guarda./ ¿No es eso?/ Comprendí en ese momento/ que había dicho una tontería/ y traté de rectificarla./ Debía haberme dado cuenta/ de diferencia de edad/ que llevaba a la mujer,/ antes de suponer/ como cosa segura/ que ella fuera su esposa./ Él contaba unos cuarenta años,/ y en cuanto a ella,/ no aparentaba/ más de diecisiete años./ Entonces, como un relámpago,/ surgió en mí esta idea:/
El grosero personaje/ que se sienta a mi lado,/ bebiendo el té en un tazón/ y comiendo el pan/ con sus sucias manos,/ es
tal vez su marido./ Estas son las consecuencias/ de vivir lejos del mundo:/ ella ha debido casarse/ con este patán/ creyendo que no hay otros/ que valgan más que él./ Es lamentable./ Y yo debo procurar/ que, por culpa mía,/ no vaya a arrepentirse/ de su elección./ Semejante reflexión/ podrá parecer vanidosa,/ pero era sincera./ Mi vecino de mesa/ presentaba un aspecto repulsivo,/ mientras que me constaba/ por experiencia/ que yo era mucho más agradable./ La señora es mi nuera,/ aclaró Heathcliff,/ confirmando mis suposiciones;/ y, al decirlo,/ la miró con expresión de odio./ Entonces, el feliz marido/ de la hermosa dama es usted,/ comenté alegremente,/ volviéndome hacía mi vecino./ Con esta afirmación/ acabé de poner las cosas peor./ El joven apretó los puños,/ con evidente intención/ de atacarme./ Pero se contuvo/ y desahogó su ira/ en una brutal maldición/ que me concernía,/ y de la que no me di/ por aludido./ Está usted muy desacertado,/ volvió a aclarar Heathcliff./ Ninguno de los dos/ tenemos la suerte/ de ser el esposo/ de la bella dama/ a quien usted se refiere./ Su esposo ha muerto./ Y, puesto que he dicho/ que era mi nuera,/ debe ser que estaba casada/ con mi hijo./ Entonces, este joven es…/ Mi hijo, desde luego, no./ Y Heathcliff sonrió,/ como si fuera una extravagancia/ atribuirle la paternidad/ de aquel oso greñoso./ Mi nombre es Hareton Earnshaw,/ gruñó el otro,/ y le aconsejo que lo pronuncie/ con el máximo respeto./ Creo haberlo respetado,/ respondí mientras me reía/ para mis adentros/ de la dignidad/ con que había hecho/ su presentación/ aquel individuo./