/Él me miró/ durante tanto tiempo/ y con tal fijeza,/ que me hizo experimentar/ deseos de abofetearle/ o de echarme a reír/ en sus propias barbas./ Comenzaba a sentirme disgustado/ en aquel agradable/ círculo familiar./ Aquel ingrato ambiente/
neutralizaba totalmente/ el confortable calor/ que físicamente me rodeaba,/ y resolví no volver a intentarlo/ por tercera vez./ En vista de que nadie/ pronunciaba una palabra,/ me acerqué a la ventana/ para ver el tiempo que hacía./ El espectáculo/ era muy desagradable;/ la noche caía prematuramente/ y la fuerte ventisca/ barría las colinas./ Creo que sin alguien/ que me pueda guiar,/ no voy a poder volver a casa,/ exclamé, sin poder contenerme./ Todo los caminos/ deben de estar borrados/ por la nieve,/ y aunque no lo estuvieran,/ es imposible ver/ a un metro de distancia./ Hareton, dijo Heathcliff,/ lleva las ovejas/ a la entrada del granero/ y pon un madero delante./ Si pasan la noche/ en el corral/ amanecerán cubiertas de nieve./ ¿Cómo me arreglaré?, continué,/ sintiendo claramente/ que mi irritación aumentaba./ Nadie contestó a esta pregunta./ Paseé la mirada/ a mi alrededor/ y no vi más que a José,/ que traía la comida/ para los perros,/ y a la señora Heathcliff,/ que inclinada sobre el fuego,/ se entretenía en quemar/ un paquete de fósforos/ que habían caído/ de la repisa de la chimenea/ al volver a poner el bote de té/ en su sitio./ Después de vaciar el recipiente/ en que traía la comida/ de los animales,/ José masculló: Me sombra/ que se quede usted ahí/ como un pasmarote/ cuando los demás se han ido…/ Pero con usted/ no valen las palabras./ Nunca se corregirá/ de sus malas costumbres,/ y acabará yendo al diablo,/ como le ocurrió a su madre./ Creí que aquel sermón/ iba dirigido a mí,/ y me adelanté/ hacia el viejo bribón/ con el firme propósito/ de darle un puntapié/ y obligarle a que se callara./ Pero la señora Heathcliff/ se me anticipó./ ¡Viejo hipócrita!/ ¿No temes que el diablo te lleve/ cuando pronuncias su nombre?/ Te advierto/ que se lo pediré al demonio/ como especial favor,/ si no dejas de provocarme./ ¡Y basta! Mira, agregó,/ sacando un libro de un estante:/ cada vez progreso más/ en la magia negra./ Muy pronto seré maestra/ en la ciencia oculta./ Y para que te enteres,/ la vaca roja/ no murió por casualidad,/ y tu reumatismo/ no es una prueba/ de la bondad de la Providencia…/ ¡Cállese, malvada!,/ gritó el viejo./ ¡Dios nos libre de todo mal!/ ¡Estás condenado!/ Sal de aquí si no quieres/ que te ocurra algo/ verdaderamente malo./ Voy a modelar/ muñecos de barro/ que os reproduzcan a todos,/ y al primero de vosotros/ que se extralimite,/ ya verás lo que le haré…/ Se acordará de mí…/ Vete… ¡Qué te estoy mirando!/ Y la pequeña bruja/ puso tal expresión/ de malignidad en sus ojos,/ que José salió precipitadamente,/ rezando y temblando,/ mientras murmuraba:/ ¡Malvada, malvada!/ Supuse que la joven/ había querido gastar al viejo/ una broma lúgubre,/ y en cuanto nos quedamos solos,/ quise interesarla en mi problema./ Señora Heathcliff,/ dije con seriedad,/ perdone que la moleste./ Una mujer con una cara/ tan bella como la suya/ tiene que ser buena./ Indíqueme alguna señal,/ algún lindero que me oriente/ para conocer mi camino./ Tengo la misma idea/ de por dónde se va a mi casa/ que la que usted pueda tener/ para ir a Londres./ Vaya usted/ por el mismo camino/ por el que vino,/ me contestó,/ sentándose en una silla,/ y poniendo ante sí/ el libro y una bujía./ El consejo es muy simple,/ pero no puedo darle otro./ En este caso,/ si mañana le dicen/ que me han hallado muerto/ en una ciénaga/ o en una zanja llena de nieve,/ ¿no le remorderá la conciencia?/ ¿Por qué habría de remorderme?/ No puedo acompañarle./ Ellos no me dejarían/ ni siquiera ir hasta la verja./ ¡Oh! Yo no le pediría/ por nada del mundo/ que saliese para ayudarme,/ en una noche como ésta./ No le pido/ que me enseñe el camino,/ sino que me lo indique/ de palabra/ o que convenza/ al señor Heathcliff/ para que me proporcione un guía./ ¿Qué guía?/ En la casa no estamos/ más que él, Hareton Zillah,/ José y yo./ ¿A quién elige usted?/ ¿No hay mozos en la finca?/ No hay más gente/ que la que digo./ Entonces, me veré obligado/ a quedarme./ Eso es cosa de usted/ y su huésped,/ yo no tengo nada que ver con eso./ Confío en que esto/ le sirva de lección/ para hacerle desistir/ de dar paseos,/ gritó la voz de Heathcliff/ desde la cocina./ Yo no tengo alcobas/ para los visitantes./ Si se queda,/ tendrá que dormir con Hareton/ o con José/ en la misma cama./