/Puedo dormir/ en una de las butacas/ de este cuarto, repuse./ ¡Oh, no! Un forastero,/ ya sea rico o pobre,/ es siempre un forastero./ No permitiré/ que nadie haga guardia/ cuando yo no estoy de servicio,/ dijo el miserable./ Mi paciencia había llegado al colmo./ Me precipité hacia el patio,/ lanzando un juramento,/ y al salir, tropecé con Earnshaw./ La oscuridad era tan profunda,/ que yo no atinaba a dar/ con la salida,/ y mientras la buscaba,/ asistí a una muestra/ del modo que tenían/ de tratarse entre sí/ los miembros de la familia./ Parecía que el joven/ al principio,/ se sentía inclinado a ayudarme,/ porque les dijo:/ Le acompañaré hasta el parque./ Le acompañarás al infierno,/ exclamó su pariente,/ señor o lo que fuera./ ¿Quién va a cuidar entonces/ de los caballos?/ La vida de un hombre/ vale mucho más/ que el cuidado de los caballos,/ dijo la señora Heathcliff/ con más amabilidad/ de la que yo esperaba./ Es preciso que vaya alguien./ Pero no por orden tuya,/ se apresuró/ a responder Hareton./ Mejor es que te calles./ Bueno; pues, entonces,/ ¡así el espíritu de ese hombre/ te persiga hasta tu muerte,/ y así el señor Heathcliff/ no encuentre otro inquilino/ para su granja/ hasta que ésta se derrumbe!,/ dijo ella con acritud./ ¡Está maldiciendo!,/ murmuró José,/ hacia quien yo me dirigía/ en aquel momento./ El viejo, sentado,/ ordeñaba las vacas/ a la luz de una linterna./ Se la quité,/ y diciéndole/ que se la devolvería/ al día siguiente,/ me precipité/ hacia una de las puertas./ ¡Señor, señor,/ me ha robado la linterna!,/ gritó el viejo,/ corriendo detrás de mí./ ¡Gruñón, Lobo!¡Duro con él!/ En el instante/ en que se abría la puerta/ a la que me dirigía,/ dos peludos monstruos/ se arrojaron a mi garganta,/ derribándome al suelo./ La luz se apagó./ Heathcliff y Hareton/ prorrumpieron en carcajadas./ Mi humillación y mi ira/ llegaron a la exasperación./ Afortunadamente,/ los animales se contentaban/ con arañar el suelo,/ abrir las fauces/ y mover furiosamente el rabo./ Pero no me permitían/ levantarme del suelo,/ y tuve que permanecer allí/ hasta que a sus villanos dueños/ se les antojó./ Cuando me levanté,/ exigí a aquellos miserables/ a que me dejasen salir,/ haciéndoles responsables/ de lo que sucediera/ si no me atendían./ Mi excitación me produjo/ una fuerte hemorragia nasal./ Heathcliff seguía riendo/ y yo gritando./ No acierto a imaginarme/ en qué hubiera terminado/ todo aquello/ de no haber intervenido/ una persona más serena que yo/ y más bondadosa/ que Heathcliff./ Zillah, el ama de llaves,/ apareció por allí/ para ver lo que sucedía./ Y, suponiendo que alguien/ me había agredido,/ y no osando increpar a su amo,/ dirigió los tiros de artillería/ contra el más joven:/ No comprendo, señor Earnshaw/, exclamó la mujer,/ qué resentimientos tiene usted/ contra este hombre./ ¿Va usted a asesinar /a las gentes/ en la propia puerta/ de su casa?/ ¡Nunca podré/ estar a gusto aquí!/ ¡Pobre muchacho!/ Está a punto de ahogarse./ No puede usted irse/ en ese estado./ Venga, que voy a curarle./ Estése quieto./ Y, hablando así,/ me vertió sobre la nuca/ un recipiente/ lleno de agua helada,/ y luego me hizo pasar/ hasta la cocina./ El señor Heathcliff,/ vuelto a su habitual/ estado de mal humor/ después de su explosión/ de regocijo,/ nos seguía./ El desmayo que yo sentía/ como secuela/ de todo lo sucedido/ me obligó/ a aceptar alojamiento/ entre aquellos muros./ Heathcliff mandó a Zillah/ que me diese un vaso de brandy/ y después se retiró/ a una habitación interior./ Ella vino con lo ordenado,/ que me reanimó bastante,/ y luego me acompañó/ hasta una alcoba./