/Mi padre murió/ antes de ser viejo./ Quedamos huérfanos/ mi hermano José María,/ de veintidós años,/ y yo de quince./ Tenía mi hermano/ más ambición/ de obtener riquezas/ que de gloria,/ y por ese motivo/ se marchó pronto/ a la Habana./ Yo, sin embargo,/ despuntaba/ por el desprecio/ de las vanidades/ y por el prurito/ de la fama,/y ya en mi corta edad/ no había en el pueblo/ persona que me echase/ el pie adelante/en materia/ de ilustración./ Pasaba yo/ por erudito,/ tenía muchos libros/ y hasta el cura/ del pueblo/ me consultaba/ casos de filosofía/ y ciencias naturales./ Llegué a adquirir/ cierta presunción/ pedantesca/ y un airecillo/ de autoridad/ de la que posteriormente,/ a Dios gracias,/ me he curado/ por completo./ Mi madre/ estaba tonta conmigo/ y siempre/ que la visitaba/ algún señor/ de campanillas,/ me hacía entrar/ en la sala/ y con toda suerte/ de socaliñas/ me obligaba/ a mostrar/ toda mi sabiduría/ ya fuera en historia/ o en literatura,/ hablando de cosas tales,/ que aquellas materias/ vinieran a encajar/ en la conversación./ La mayoría/ de las veces/ era preciso traerlas/ por los cabellos./ Como teníamos/ para vivir/ con cierta holgura,/ mi madre me trajo/ a vivir a Madrid,/ animándola a ello/ la idea de que pronto/ se me abrirían aquí/ más fáciles/ y gloriosos caminos./ Y en efecto,/ después de ocuparme/ en olvidar/ lo que sabía/ para estudiarlo de nuevo,/ contemplé nuevos/ y hermosos horizontes./ Trabé amistad/ con jóvenes/ de mérito/ y con afamados/ profesores;/ frecuenté diariamente/ círculos literarios;/ ensanché la esfera/ de mis lecturas/ y avancé/ considerablemente/ en mi carrera,/ hallándome luego/ en disposición/ de ocupar/ una modesta/ plaza académica/ y de poder aspirar/ a otras mejores./ Mi madre/ tenía en Madrid/ muy buenas amistades,/ pero estas relaciones/ influyeron muy poco/ en el desarrollo/ de mi vida,/ porque el fervor/ del estudio/ me aislaba de todo/ lo que no fuera/ el tráfago universitario, /y ni yo iba/ a la sociedad,/ ni me gustaba,/ ni me hacía falta/ para nada./ Ocurrida la muerte,/ de mi madre/ tuve que vivir/ durante algún tiempo/ en diferentes casas/ de huéspedes,/ pero me fue tan mal/ que tomé una casita/ en la que viví/ durante seis años,/ hasta que/ por causa de derribo/ tuve que mudarme/ a la que ocupo todavía./ Una excelente mujer/ asturiana,/ amiga de mi madre,/ de inmejorables/ condiciones/ y aptitudes/ se prestó a ser/ mi ama de llaves./ Poco a poco/ su diligencia/ puso mi casa/ en un pie de comodidad,/ arreglo y limpieza/ que me hicieron/ sumamente agradable/ la vida de soltero/ y esta es la hora/ en que no tengo/ un motivo de queja,/ ni cambiaría/ a mi Petra/ por todas las amas/ que han podido gobernar/ casas de curas/ y servido a canónigos/ en todo el mundo./ Tres años hace/ que vivo en la calle/ del Espíritu Santo/ y me he acostumbrado/ a trabajar/ entre el bullicio/ del mercado,/ y aun parece/ que los gritos diarios/ de las verduleras/ me estimulan/ a la meditación./ Oigo la calle/ como si oyera/ el ritmo del mar/ y creo que tal poder/ tiene la costumbre,/ que si me faltara/ el ¡dos cuartitos/ de escarola!/ no podría preparar/ mis lecciones tan bien/ como las preparo hoy./ Y no hablo/ de las demás/ vecindades/ porque no tienen/ ninguna relación/ con mi asunto./ La que me ocupa es/ de gran importancia/ y ruego a mis lectores/ que por nada del mundo/ pasen por alto/ este capítulo,/ aunque les vaya en ello/ una inmensa fortuna,/ si bien no conviene/ que se entusiasmen/ por lo de vecina/ creyendo que aquí/ da principio/ un noviazgo/ o que me voy a meter/ en otros enredos/ sentimentales./ No señor./ Los idilios/ de balcón a balcón/ no tienen cabida/ en mi programa/ ni lo que cuento/ es más que un caso/ vulgarísimo/ que ofrece la vida,/ origen de otros/ que quizá/ no lo sean tanto./