/Basil cerró los ojos/ y se pasó la mano/ por la frente./ Rupert y el comandante/ le contemplaban/ entre respetuosos y compasivos./ El primero dijo:/ Bueno, yo me marcho/ y mientras no nos resuelvas/ tu problema espiritual,/ seguiré pensando/ que un hombre/ que manda a otro una carta/ encomendándole un crimen,/ crimen que ha sido ejecutado/ aunque sin éxito,/ es un hombre,/ según todas las apariencias,/ de una moralidad/ un tanto dudosa./ ¿Puedo tomar tu revólver?/ Sin duda, respondió Basil/ poniéndose en pie./ Pero yo voy a acompañaros./ Y envolviéndose/ en una vieja capa,/ cogió un bastón de estoque/ que estaba en un rincón./ ¿Es posible? exclamó Rupert/ un tanto sorprendido./ ¡Si casi nunca sales/ de tu madriguera/ para ver lo que pasa/ por este mundo!/ Basil se ajustó/ un viejo sombrero,/ de tamaño enorme,/ y replicó con inconsciente/ y desmedida arrogancia:/ Casi nunca ocurre nada/ en este mundo/ que yo no comprenda/ en el acto/ y no vaya a verlo./ Dicho esto, abrió la marcha/ en la noche púrpura./ Los cuatro nos deslizamos/ por las iluminadas calles/ y después de atravesar/ el puente de Westminster,/ bordeamos el muelle/ para encaminarnos/ a la parte de Fleet Street/ en que se encontraba Tamers Court./ La erguida y negra silueta/ del comandante Brown,/ vista por detrás,/ formaba un extraño contraste/ con las posturas inquisitivas/ del joven Rupert Grant,/ que adoptaba/ con infantil agrado/ todas las actitudes dramáticas/ de los detectives de novela./ Basil, que caminaba detrás,/ absorto en la contemplación/ de las estrellas,/ tenía todo el aire/ de un sonámbulo./ Rupert se detuvo/ en la esquina de Tamers Court,/ estremeciéndose de alegría/ ante la proximidad del peligro,/ y empuñó/ en el bolsillo del abrigo/ el revólver de su hermano./ ¿Entramos ya? dijo./ ¿No avisamos a la policía?/ preguntó el comandante Brown/ examinando con interés/ la calle de arriba abajo./ No sé qué hacer,/ repuso Rupert/ frunciendo el ceño./ Desde luego, es evidente/ que la cosa no ofrece dudas,/ pero somos tres y…/ Yo no avisaría a la policía,/ dijo Basil con voz extraña./ Rupert se volvió para mirarle/ y se quedó atónito./ ¡Basil! exclamó,/ ¡estás temblando!/ ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?/ El frío, quizá,/ dijo el comandante,/ mientras le observaba./ No había ninguna duda/ de que Basil Grant se estremecía./ Tras unos momentos de atención,/ Rupert soltó un improperio./¡Te estás riendo! exclamó./ Conozco muy bien/ esa maldita risa tuya./ ¿Qué diablos/ te hace tanta gracia, Basil?/ Nos ves aquí a los tres,/ a un paso de una madriguera/ repleta de maleantes…/ Pues yo no avisaría/ a la policía,/ se reafirmó Basil./ Cuatro héroes como nosotros/ valemos por todo un ejército./ Y su cuerpo siguió estremeciéndose/ bajo el influjo/ de su misterioso regocijo./ Rupert le volvió la espalda/ con irritación/ y se encaminó a grandes pasos/ hacia la misteriosa casa,/ seguido de todos nosotros./ Cuando llegó a la puerta/ del número 14/ se volvió bruscamente,/ con el revólver en la mano./