/¡Acérquense!/ dijo Brown/ con voz de mando./ Puede que el granuja/ quiera fugarse/ en este mismo instante./ Tenemos que abrir la puerta/ de un solo golpe/ y precipitarnos dentro./ A continuación,/ nos pegamos a la entrada/ con una rigidez de piedra,/ a excepción del viejo juez,/ que no cesaba/ en sus alegres convulsiones./ Escuchen, dijo Rupert Grant,/ volviendo de pronto/ su pálido rostro/ y mirándonos con ojos ardientes/ por encima del hombro./ Cuando yo diga: ¡Cuatro!,/ síganme como una tromba./ Si digo: ¡A por él!,/ échense encima/ de los granujas,/ sean quienes sean./ Si digo: ¡Alto!,/ deténganse./ Esto último lo diré/ si son más de tres./ Si nos atacan/ de alguna forma,/ vaciaré el revólver/ sobre ellos./ Basil, prepara tu bastón./ ¡Vamos allá!/ ¡Una, dos, tres, cuatro!/ Al proferir la última palabra,/ abrió la puerta de par en par/ y los cuatro osados/ penetramos en el interior/ como una tromba,/ para quedarnos clavados/ en el mismo sitio./ La habitación/ era una vulgar oficina/ pulcramente amueblada/ y parecía desierta/ a primera vista./ Al mirar más atentamente/ pudimos ver sentado/ tras una inmensa mesa/ repleta de archivos y cajones/ a un hombrecillo/ con un negro y encerado bigote,/ con la pinta de ser/ un vulgarísimo empleado,/ que estaba escribiendo/ con gran atención./ Al mismo tiempo/ que nosotros nos parábamos,/ el hombre alzó la vista./ ¿Habían llamado ustedes?/ preguntó con tono afable./ Siento mucho no haberles oído./ ¿En qué puedo servirles?/ Titubeamos un instante,/ y el comandante se adelantó./ Llevaba la carta en la mano/ y su expresión era feroz./ ¿Se llama usted/ P. G. Northover? preguntó./ Para servirle,/ contestó el otro sonriendo./ Creo poder asegurar,/ dijo el comandante Brown/ con el semblante/ cada vez más ensombrecido,/ que esta carta/ la ha escrito usted./ Y, al decir esto,/ depositó violentamente/ la carta encima de la mesa/ con el puño crispado./ El hombre llamado Northover/ la examinó con interés/ y se limitó a asentir/ con la cabeza./ Pues bien, caballero,/ dijo el comandante indignado,/ ¿qué quiere decir esto?/ ¿Qué quiere decir el qué?,/ contestó el hombre/ del negro bigote./ Yo soy el comandante Brown,/ dijo nuestro amigo sobriamente./ Northover se inclinó./ Encantado de conocerle, caballero./ ¿Qué tiene usted que decirme?/ ¡Cómo que decirle!/ exclamó el comandante/ perdiendo los estribos./ ¡Lo que quiero/ es que este maldito asunto/ se termine de una vez!/ Perfectamente, caballero,/ repuso Northover,/ poniéndose en pie/ a la vez que enarcaba/ ligeramente las cejas./ ¿Quiere usted tomar asiento/ durante un momento?/ Y oprimió el botón/ de un timbre/ que resonó/ en una habitación contigua./ El comandante apoyó la mano/ en el respaldo de la silla/ que se le ofrecía,/ pero permaneció de pie/ frotando y golpeando el piso/ con su bruñida bota./ Momentos después,/ se abrió una puerta/ y entró en la estancia/ un joven rubio/ vestido con una levita./ Señor Hopson,/ le dijo Northover,/ este caballero/ es el comandante Brown./ ¿Quiere hacer el favor/ de terminar/ lo que le di esta mañana/ y traerlo aquí?/ Sí, señor, ahora mismo,/ repuso el señor Hopson,/ desapareciendo como un relámpago./ Señores, dijo Northover/ con su radiante sonrisa,/ ustedes perdonarán/ que continúe trabajando/ hasta que termine/ el señor Hopson./ Tengo que acabar/ algunas cosas/ para poder marcharme/ mañana a dar un paseo./ Que a todos nos gusta/ echar una cana al aire,/ ¿verdad? Ja, ja!/ El criminal tomó su pluma/ con una risa infantil/ y en la estancia reinó/ un profundo silencio;/ silencio plácido y laborioso/ por parte del señor/ P. G. Northover,/ furibundo y sombrío/ en cuanto a los demás./