/Dantés decidió al instante/ volver a echarse al mar,/ nadó hacia el gorro,/ lo agarró y se lo puso,/ y cogiendo una de las tablas,/ se preparó a salir/ al paso a la tartana./ ¡Ya me he salvado! murmuró./ Y esta esperanza/ le infundió nuevas fuerzas./ El barco se dejó ver muy pronto,/ iba contra viento,/ y nadador y buque/ se aproximaban uno a otro./ Dantés sacó entonces el cuerpo/ fuera del agua,/ agitando su gorro/ en señal de apuro,/ pero sin duda/ no lo vio ningún marinero,/ puesto que el buque viró./ Dantés pensó dar gritos,/ pero calculando la distancia,/ comprendió que su voz/ no llegaría hasta el buque,/ perdida y ahogada/ por las brisas marinas/ y el rumor de las olas./ Entonces comprendió lo útil/ que le había sido coger/ una de las muchas tablas/ que arrojó el mar/ pertenecientes al barco/ que naufragó/ y se felicitó a sí mismo/ por su precaución,/ y se tumbó sobre ella./ Débil como estaba ya,/ acaso no hubiese podido/ sostenerse a flote/ hasta que la tartana pasase,/ y estaba seguro/ que si ésta pasaba sin verle,/ algo realmente muy posible,/ no podría volver a la isla./ Los ojos de Edmundo/ acompañaban a la tartana/ con cierta ansiedad,/ hasta que la vio amainar/ y volverse hacia él./ Entonces siguió avanzando/ hacia su encuentro,/ pero antes de llegar/ empezó el barco a virar./ En aquel momento, Dantés,/ haciendo un gran esfuerzo,/ se puso casi de pie sobre el agua,/ agitando su gorro/ y lanzando un grito lastimero/ que solamente lanzan los marineros/ cuando están en peligro,/ gritos que parecen el lamento/ de algún genio del mar./ Esta vez le vieron/ y le oyeron./ Interrumpió la tartana su maniobra,/ torciendo el rumbo hacia él,/ y hasta distinguió Edmundo/ el momento en que se preparaban/ para echar una lancha al agua./ Un instante después,/ la lancha con dos hombres/ se dirigió a su encuentro,/ cortando con sus dos remos el agua./ Abandonó entonces Dantés la tabla,/ que ya creía no necesitar,/ y nadó con toda su fuerza/ por ahorrar al barco/ la mitad del camino./ Sin embargo el nadador/ contaba con fuerzas ya casi nulas,/ y se dió cuenta entonces/ cuán útil le era aquella tabla/ que flotaba ahora/ a cien pasos de allí./ Sus fuertes brazos/ empezaron a agarrotarse,/ también sus piernas/ perdieron la flexibilidad,/ sus movimientos eran forzados/ y respiraba con dificultad./ A un segundo alarido que lanzó,/ los remeros redoblaron sus esfuerzos/ y uno de ellos le gritó: ¡Anímo!/ Esta palabra llegó a su oído/ en el momento en que una oleada/ pasaba por encima de su cabeza,/ cubriéndole de espuma./ Cuando volvió a salir/ a la superficie,/ Dantés azotaba el agua/ con esos ademanes desesperados/ del hombre que se ahoga./ Después exhaló otro grito,/ y se sintió atraído/ hacia el fondo del mar/ como si aún llevara a los pies/ aquella bala mortal./ A través del agua,/ que pasaba por encima/ de su cabeza,/ veía un cielo lívido/ con manchas negruzcas./ Otro esfuerzo violento/ volvió a llevarle a la superficie./