/En el momento/ en que el carruaje de Utterson/ llegó y se detuvo/ ante la casa indicada,/ la niebla se disipó ligeramente/ para mostrar una casa miserable,/ una vieja taberna,/ una casa de comidas francesa,/ un cuchitril donde vendían/ cachivaches y baratijas,/ gran número de niños harapientos/ acogidos al abrigo/ de los quicios de las puertas/ y hombres de toda clase/ que llave en mano,/ se dirigían a tomarse/ su traguito mañanero./ Pero al momento/ la niebla volvió a cernirse/ sobre ese humilde barrio/ de la bulliciosa ciudad/ aislando a Mr. Utterson/ de ese mísero entorno./ Se hallaban ya/ ante la casa del protegido/ del doctor Jekyll,/ el presunto heredero/ de un cuarto de millón/ de libras esterlinas./ Abrió la puerta/ una mujer de cabellos canosos/ y rostro marfileño./ Tenía una expresión maligna,/ pero sus modales eran excelentes./ Sí, afirmó la mujer,/ aquella era la casa de Mr. Hyde,/ pero su amo había salido./ La noche anterior/ había vuelto de madrugada/ para salir de nuevo,/ una hora después./ No, no tenía nada de raro./ Mr. Hyde tenía unas costumbres/ muy irregulares/ y salía con frecuencia./ Por ejemplo, había pasado/ dos meses sin volver por su casa/ hasta que regresó/ la noche anterior./ Muy bien, entonces/ condúzcanos a sus aposentos,/ dijo el abogado./ Y cuando la mujer abrió la boca/ para afirmar/ que era imposible,/ continuó diciendo:/ Creo que será mejor/ que le informe de la identidad/ de este caballero./ Es el inspector Newcomer,/ de Scotland Yard./ Un rayo de alborozo abominable/ iluminó el rostro de la mujer./ ¡Ah! exclamó./ Se ha metido al fin/ en un lío, ¿eh?/ ¿Qué ha hecho ahora?/ Mr. Utterson y el inspector/ intercambiaron una mirada./ No parece que le tenga/ mucha estimación,/ observó el inspector./ Y luego continuó:/ Y ahora, buena mujer,/ permítanos por favor/ que este caballero y yo/ echemos un vistazo/ a las habitaciones de su amo./ De toda la casa,/ habitada únicamente/ por la mujer en cuestión,/ Mr. Hyde sólo había utilizado/ un par de habitaciones/ que había amueblado con lujo/ y exquisito gusto./ Tenía una despensa/ repleta de vinos,/ la vajilla era de plata,/ los manteles delicados;/ de la pared colgaba/ una buena pintura,/ regalo, supuso Utterson,/ de Henry Jekyll,/ que era muy entendido en la materia,/ y las alfombras eran gruesas/ y de colores agradables a la vista./ Todo en aquellos aposentos/ daba la certera impresión/ de que alguien había pasado/ a toda prisa/ revolviendo y rebuscando/ hasta el último rincón./ Tiradas por el suelo/ había prendas de vestir/ con los bolsillos/ vueltos hacia fuera,/ los cajones estaban abiertos/ y en la chimenea/ había un montón de cenizas/ que revelaban/ que alguien había quemado/ un montón de papeles./ Se lo aseguro, caballero,/ dijo a Mr. Utterson./ Puede usted darle por preso./ Debe haber perdido la cabeza/ o no habría dejado/ la mitad de su bastón/ en un sitio tan fácil/ de encontrar./ Y lo más importante,/ no habría quemado/ el talonario de cheques./ Dinero es precisamente/ lo que más va a necesitar/ en estos momentos./ No tenemos más que esperar/ a que se pase por el banco/ y proceder a su detención./ Pero esto último/ no resultó tan fácil/ como el policía se las prometía./ Mr. Hyde tenía muy pocos conocidos/ y no fue posible localizar/ a ninguno de sus familiares./ Tampoco existían fotografías suyas,/ y las escasas personas/ que pudieron describirle/ dieron versiones contradictorias/ sobre su apariencia,/ como suele ocurrir/ cuando se trata de observadores/ no profesionales./ Sólo coincidieron todos/ en un mismo punto./ En destacar/ esa vaga sensación/ de deformidad/ que el fugitivo despertaba/ en todo el que le veía./