/La tempestad/ se desencadenó/ durante/ toda la noche,/ pero no produjo/ nada extraordinario./ Al día siguiente,/ por la mañana,/ cuando bajaron/ a desayunar,/ encontraron de nuevo/ la terrible mancha/ sobre el entarimado./ No creo/ que la culpa sea/ del limpiador Paragon,/ dijo Washington./ Lo he probado/ sobre toda clase/ de manchas./ Debe ser cosa/ del fantasma./ En consecuencia,/ borró la mancha,/ después de frotar un poco,/ pero al día siguiente,/ por la mañana,/ había reaparecido./ A la tercera mañana/ volvió a estar allí/ y sin embargo,/ la biblioteca/ permaneció cerrada/ la noche anterior,/ llevándose la llave/ la señora Otis./ Desde entonces/ la familia empezó/ a interesarse/ por aquello./ Míster Otis pensaba/ que había sido/ muy estricto/ negando la existencia/ de los fantasmas./ La familia/ había aprovechado/ la frescura de la tarde/ para dar un paseo/ en coche./ Regresaron a las nueve/ y tomaron/ una cena ligera./ La conversación/ no recayó/ ni un momento/ sobre los
fantasmas./ Los asuntos/ que discutieron/ fueron los habituales/ en la conversación/ de los americanos cultos/ que pertenecen/ a las clases elevadas,/ como, por ejemplo,/ la dificultad/ para encontrar/ maíz verde/ y la dulzura/ del acento/ neoyorquino,/ comparado/ con el de Londres./ No se trató/ para nada/ de lo sobrenatural,/ no se hizo/ ni la menor alusión/ a sir Simón de Canterville./ A las once/ la familia/ se retiró/ y a las once y media/ estaban apagadas/ todas las luces./ Poco después,/ míster Otis/ se despertó/ con un ruido singular/ en el corredor,/ fuera de su habitación./ Parecía un ruido/ de hierros viejos/ que se acercaba/ cada vez más./ Se levantó/ en el acto,/ encendió una luz/ y miró la hora./ Era la una/ en punto./ Míster Otis estaba/ muy tranquilo./ Se tomó el pulso/ y no lo encontró/ nada alterado./ El ruido extraño/ continuaba,/y al mismo tiempo/ se oía claramente/ el ruido de pasos./ Míster Otis se puso/ las zapatillas,/ tomó una aceitera/ alargada/ de su tocador/ y abrió la puerta./ Vio frente a él/ a un viejo/ de aspecto terrible./ Sus ojos parecían/ carbones encendidos./ Una larga cabellera/ de color gris/ caía en mechones revueltos/ sobre sus hombros./ Sus ropas,/ de corte anticuado,/ estaban manchadas/ y en jirones./ De sus muñecas/ y de sus tobillos/ colgaban/ unas pesadas cadenas/ y unos grilletes/ herrumbrosos./