/La segunda aparición/ del fantasma/ fue un domingo/ por la noche./ Al poco tiempo/ de estar ya/ todos acostados,/ les alarmó/ un enorme estrépito/ que se oyó en el hall./ Bajaron apresuradamente/ y se encontraron/ que una armadura/ completa/ se había desprendido/ de su soporte,/ cayendo/ sobre las losas,/ mientras/ sentado en un sillón/ de alto respaldo,/ el fantasma de Canterville/ se restregaba/ las rodillas,/ con una expresión/ de agudo dolor/ sobre su rostro./ Los gemelos,/ que se habían provisto/ de sus dardos/ le lanzaron/ dos proyectiles,/ con esa seguridad/ de puntería/ que sólo se adquiere/ a fuerza/ de una larga/ y cuidadosa práctica/ sobre un profesor/ de caligrafía./ Mientras tanto,/ el ministro/ de los Estados Unidos/ apuntaba al fantasma/ con su revólver/ y de acuerdo/ con la costumbre/ americana/ le ordenaba/ levantar los brazos./ El fantasma/ se alzó bruscamente,/ lanzando un grito/ de furor salvaje/ y pasó/ en medio de todos ellos,/ como una nube,/ apagando de paso/ la vela de Washington Otis/ y dejándoles a todos/ en la mayor oscuridad./ Cuando llegó/ a lo alto/ de la escalera,/ se decidió a lanzar/ su célebre repique/ de carcajadas/ satánicas./ Contaba la gente/ que aquello/ hizo encanecer/ en una sola noche/ el peluquín/ de lord Raker,/ y que tres amas de llaves/ francesas/ dejaron su empleo/ antes de terminar/ el primer mes./ Por ese motivo,/ lanzó su carcajada/ más horrible./ Al extinguirse su grito,/ se abrió una puerta/ y allí apareció,/ vestida de azul,/ la señora Otis./ Me temo,/ dijo la dama,/ que esté usted/ algo indispuesto/ y aquí le traigo/ un frasco de jarabe/ del doctor Dobell./ Si se trata/ de una indigestión,/ podrá comprobar/ que éste es/ un remedio excelente./ El fantasma la miró/ con ojos llameantes/ de furor/ y se creyó/ en el deber/ de transformarse/ en un gran perro negro./ Era un truco/ que le había dado/ una fama merecidísima./ Pero un ruido de pasos/ que se acercaba/ le hizo dudar/ en su cruel decisión/ y se contentó/ con volverse/ un poco fosforescente./ Enseguida se desvaneció,/ después de lanzar/ un gemido sepulcral/ porque los gemelos/ iban a darle alcance./ Una vez/ en su habitación/ se sintió destrozado./ La ordinariez/ de los gemelos,/ la grosera intervención/ de la señora Otis,/ todo aquello resultaba/ realmente humillante;/ pero lo que más/ le podía humillar/ era no haber tenido ya/ suficientes fuerzas/ para llevar/ una armadura./