/Gregorio no tenía/ la menor intención/ de abrir la puerta,/ felicitándose por el contrario,/ de la precaución contraída/ en los viajes/ de encerrarse en su cuarto/ por la noche,/ incluso en su propia casa./ Lo primero que tenía que hacer/ era levantarse tranquilamente,/ arreglarse sin que le molestaran/ y sobre todo, desayunar./ Sólo después de hacer todo esto/ pensaría en lo demás,/ pues se daba cuenta/ de que en la cama/ no podía pensar con claridad./ Recordaba haber sentido/ en más de una ocasión/ un vago malestar en la cama /producido, sin duda,/ por alguna postura incómoda,/ la cual, una vez levantado,/ se disipaba rápidamente;/ y tenía curiosidad/ por ver desvanecerse/ paulatinamente/ todas sus imaginaciones de hoy./ En cuanto al cambio de su voz/ se trataba simplemente/ del preludio/ de un nuevo resfriado,/ enfermedad profesional/ del viajante de comercio./ Apartar la colcha era cosa fácil./ Le bastaría con arquearse un poco/ y la colcha caería por sí sola./ Pero la dificultad radicaba/ en la extraordinaria anchura/ que tenía ahora Gregorio./ Para incorporarse,/ podía haberse apoyado/ en brazos y manos/ pero, en su lugar,/ tenía ahora innumerables patas/ en constante agitación/ y le resultaba imposible/ controlarlas a todas./ Y el caso era/ que él quería incorporarse./ Se estiraba;/ lograba por fin/ dominar una de sus patas/ pero, mientras tanto,/ las demás proseguían/ su anárquica/ y penosa agitación./ No es bueno haraganear/ en la cama,/ pensó Gregorio./ Primero intentó sacar/ la parte inferior del cuerpo./ Pero dicha parte inferior,/ que no había visto todavía/ y que, por lo tanto,/ no podía imaginar/ con exactitud /resultó sumamente difícil/ de mover./ Inició la operación/ muy lentamente./ Hizo acopio de energías/ y se arrastró hacia delante./ Pero calculó mal la dirección,/ se dio un fuerte golpe/ contra los pies de la cama/ y el dolor subsiguiente/ le reveló de forma inmediata/ que la parte inferior de su cuerpo/ era quizá, en su nuevo estado,/ la más sensible./ Intentó, pues,/ sacar la parte superior/ y volvió cuidadosamente la cabeza/ hacia el borde del lecho./ Hizo esto sin problemas/ y a pesar de su anchura/ y de su peso,/ el cuerpo siguió por fin,/ lentamente,/ el movimiento iniciado/ por la cabeza./ Pero entonces/ tuvo miedo de continuar/ avanzando de aquella forma/ porque si se dejaba caer así,/ sin duda se haría daño/ en toda la cabeza/ y ahora menos que nunca/ quería Gregorio perder el sentido./ Prefería quedarse en la cama./ Pero cuando,/ después de realizar a la inversa/ los mismos movimientos,/ en medio de grandes esfuerzos y jadeos,/ se halló de nuevo/ en la misma posición/ y volvió a ver sus patas/ moviéndose frenéticamente,/comprendió entonces/ que no podía hacer otra cosa/ y volvió a pensar/ que no debía seguir en la cama/ y que lo más sensato/ era arriesgarlo todo /aunque sólo tuviera/ una mínima posibilidad./ Pero enseguida recordó/ que meditar serenamente/ era mejor que tomar/ decisiones drásticas./ Sus ojos se clavaron en la ventana/ pero, por desgracia,/ la niebla que aquella mañana/ ocultaba por completo/ el lado opuesto de la calle,/ pocos ánimos le infundió./ Las siete ya,/ pensó al oír el despertador./