/¡Las siete ya/ y todavía/ sigue la niebla!/ Durante un momento/ permaneció echado,/ inmóvil/ y respirando/ lentamente,/ como si esperase/ que el silencio/ le devolviera/ a su estado normal./ Pero al poco rato,/ pensó de nuevo:/ Antes de que den/ las siete y cuarto/ es indispensable/ que me haya levantado./ Además, seguramente/ vendrá alguien/ del almacén/ a preguntar por mí,/ pues siempre abren/ antes de las siete./ Se dispuso a salir/ de la cama,/ balanceándose/ sobre su borde./ Dejándose caer/ de esta forma:/ la cabeza,/ que pensaba mantener/ firmemente erguida,/ probablemente/ no sufriría/ daño ninguno./ La espalda/ parecía resistente,/ y no le pasaría nada/ al dar con ella/ en la alfombra./ Únicamente/ le hacía vacilar/ el temor al estrépito/ que todo esto/ habría de producir /y que sin duda/ asustaría/ a toda su familia./ Pero no quedaba/ más remedio/ que correr el riesgo./ Ya estaba Gregorio/ con casi medio cuerpo/ fuera de la cama./ El nuevo método/ era como un juego,/ pues consistía/ simplemente/ en balancearse/ hacia atrás,/ cuando se dio cuenta/ de que todo/ sería muy sencillo/ si alguien viniese/ en su ayuda./ Con dos personas/ más robustas/ y pensaba/ en su padre/ y en la criada,/ sería suficiente./ Sólo tendrían/ que pasar los brazos/ por debajo/ de su abombada/ espalda,/ sacarle de la cama/ y agachándose/ luego con la carga,/ dejar que se estirara/ en el suelo,/ en donde/ era de suponer/ que sus patas/ se mostrarían/ más útiles/ que hasta ahora./ Ahora bien,/ y prescindiendo/ del hecho/ de que las puertas/ estaban cerradas/ con llave,/ ¿convenía realmente/ pedir ayuda?/ Pese a lo apurado/ de su situación,/ no pudo por menos/ de sonreír./ En ese momento,/ llamaron a la puerta/ del domicilio./ Debe ser alguien/ del almacén,/ pensó Gregorio,/ mientras sus patas/ se agitaban/ cada vez más rápidamente./ Por un momento/ permaneció todo/ en silencio./ No abren,/ pensó entonces,/ aferrándose/ a tan descabellada/ esperanza./ Pero como no podía/ por menos de suceder,/ oyó aproximarse/ a la puerta/ las fuertes pisadas/ de la criada./ Y la puerta se abrió./ A Gregorio/ le bastó oír/ la primera palabra/ del visitante/ para percatarse/ de quién era./ Era el gerente/ de la empresa/ en persona./ ¿Por qué estaría/ Gregorio/ condenado/ a trabajar/ en una empresa/ en la cual/ la más mínima/ ausencia/ despertaba/ inmediatamente/ las más terribles/ sospechas?/ ¿Es que los empleados/ eran todos/ unos sinvergüenzas?/ ¿Es que no podía haber/ entre ellos/ algún hombre de bien/ que tras perder/ un par de horas/ en la mañana,/ se volviese loco/ de remordimiento/ y no estuviera/ en condiciones/ de abandonar la cama?/ ¿Es que no bastaba/ con mandar a un chico/ a preguntar por él,/ suponiendo/ que tuviese fundamento/ esa manía de averiguar,/ sino que tenía/ que acercarse/ el mismísimo gerente/ a hacer saber/ a una inocente familia/ que sólo él/ tenía autoridad/ para intervenir/ en la investigación/ de tan grave asunto?/ Y Gregorio,/ excitado/ por todos estos/ pensamientos /más decidido,/ se tiró violentamente/ de la cama./ Se pudo oir/ un golpe sordo/ pero no demasiado./ La alfombra/ había amortiguado/ la fuerte caída./ La nueva espalda/ tenía mucha más/ elasticidad/ de lo que Gregorio/ había supuesto/ y esto evitó/ que el ruido/ fuese tan fuerte/ como había temido./ Pero no tuvo cuidado/ de mantener/ la cabeza/ suficientemente/ erguida./ Se lastimó la cabeza/ y el dolor que sintió/ le hizo frotarla/ furiosamente/ contra la alfombra./ Algo ha ocurrido/ ahí dentro,/ dijo el gerente,/ en la habitación/ de la izquierda./ El pobre Gregorio/ intentó imaginar/ que al gerente/ pudiera sucederle/ algún día/ lo mismo que hoy/ le había ocurrido a él,/ cosa ciertamente/ muy posible./ Pero el gerente,/ como replicando/ con energía/ a esta suposición,/ dio unos cuantos pasos/ por el cuarto vecino,/ haciendo crujir/ sus zapatos de charol./ Desde la habitación/ contigua/ de la derecha,/ la hermana susurró:/ Gregorio, está aquí/ el gerente del almacén./ Ya lo sé,/ contestó Gregorio/ débilmente,/ sin atreverse/ a levantar la voz/ hasta el punto/ de hacerse oír/ por su hermana./ Gregorio,/ insistió el padre/ desde la habitación/ contigua/ de la izquierda,/ ha venido/ el señor gerente/ y nos pregunta/ por qué no tomaste/ el primer tren/ de la mañana./ No sabemos/ qué contestar./ Además, desea hablar/ personalmente contigo./ Con que haz el favor/ de abrir la puerta./ El señor/ tendrá la bondad/ de disculpar el desorden/ que reina en el cuarto./ Gregorio se deslizó/ lentamente/ con la silla/ hacia la puerta./ Al llegar allí,/ soltó la silla/ se dejó caer/ contra la puerta/ y se sostuvo en pie,/ pegado a ella/ por la viscosidad/ de sus patas./ Descansó así/ un momento/ del gran esfuerzo/ que había realizado./ Luego intentó/ hacer girar/ la llave/ con la boca./ Por desgracia,/ no parecía/ tener dientes/ propiamente dichos./ ¿Con qué iba entonces/ a agarrar la llave?/ Pero, en cambio,/ sus mandíbulas/ eran muy fuertes/ y gracias a ellas,/ pudo poner la llave/ en movimiento,/ sin reparar/ en el daño/ que seguramente/ se estaba haciendo/ pues un líquido oscuro/ le salió por la boca,/ resbalando por la llave/ y goteando/ hasta el suelo./ Escuchen,/ dijo el gerente;/ está girando/ la llave./