/¡Madre! ¡Madre!/ gimió Gregorio,/ mirándola desde abajo./ Por un momento/ se olvidó del gerente./ Su madre gritó de nuevo/ y huyó de la mesa./ Se lanzó en brazos del padre,/ que corrió a su encuentro./ Pero Gregorio/ no podía dedicar ya/ su atención a sus padres;/ el gerente/ estaba en la escalera/ y con la barbilla/ apoyada sobre la baranda,/ dirigía una última mirada/ a aquella escena./ Gregorio tomó impulso/ para darle alcance,/ pero él debió de comprender/ cual era su intención,/ pues de un salto,/ bajó varios escalones/ y desapareció,/ profiriendo unos alaridos/ que resonaron/ por toda la escalera./ Para colmo de males,/ la huida del jefe/ pareció trastornar/ por completo al padre/ que hasta entonces/ se había mantenido/ relativamente sereno/ y en lugar de correr/ tras el fugitivo,/ o por lo menos permitir/ que así lo hiciese Gregorio,/ empuño con la diestra/ el bastón del gerente,/ que éste no había recogido,/ como tampoco su sombrero/ ni su gabán,/ olvidados en una silla/ y agarrando con la otra mano/ un gran periódico/ que había sobre la mesa,/ se dispuso,/ dando fuertes patadas/ en el suelo,/ esgrimiendo el papel/ y el bastón,/ a hacer retroceder a Gregorio/ hasta el interior de su cuarto./ De nada le sirvieron/ todas sus súplicas,/ que no fueron entendidas;/ y aunque inclinó/ sumiso la cabeza,/ sólo consiguió excitar/ aún más a su padre./  El padre, inflexible,/ resoplaba violentamente,/ intentando hacer retroceder/ a Gregorio./ Pero éste carecía aún/ de suficiente práctica/ en la marcha hacia atrás/ y la cosa iba muy despacio./ ¡Si al menos hubiera/ podido moverse!/ En un santiamén/ se hubiese encontrado/ en su cuarto./ Pero temía impacientar/ a su pobre padre,/ con su lentitud en girar,/ porque con su bastón/ podía deslomarle/ o abrirle la cabeza./ Finalmente,/ no tuvo más remedio/ que volverse,/ pues advirtió contrariado/ que caminado hacia atrás,/ no podía controlar/ la dirección./ Así que sin dejar de mirar/ angustiosamente a su padre,/ empezó a girar/ lo más rápidamente que pudo,/ lo que quiere decir,/ con extraordinaria lentitud./ El padre debió percatarse/ de su buena voluntad,/ pues dejó de hostigarle,/ dirigiendo incluso de lejos,/ con la punta del bastón,/ el movimiento giratorio./ ¡Si al menos hubiera podido/ dejar de resoplar!/ Esto era lo que más alteraba/ al nuevo Gregorio./ Cuando ya iba a terminar el giro,/ aquel fuerte resoplido/ le hizo equivocarse,/ obligándole a retroceder/ poco a poco./ Por fin logró quedarse/ frente a la puerta./ Pero entonces recordó/ que su cuerpo/ era demasiado ancho/ para poder pasar sin más./ En medio de la excitación,/ al padre no se le ocurrió/ abrir la otra hoja/ de la puerta/ para dejar espacio suficiente./ Estaba obsesionado con la idea/ de que Gregorio/ tenía que meterse cuanto antes/ en su habitación./ Como si no hubiese problema alguno/ azuzaba a Gregorio/ con una furia creciente./ Gregorio oía tras de sí/ una voz que parecía imposible/ que fuese la de un padre./ Se incrustó/ en el marco de la puerta./ Se irguió de medio lado/ y quedó atravesado en el umbral./ Gregorio quedó allí atascado,/ sin posibilidad de hacer/ el menor movimiento./