/Cuando conseguí regresar/ a mi pequeño rincón,/ caí completamente exhausto,/ en la colchoneta./ Tigre se tendió/ cuan largo era a mi lado/ y parecía como si/ con sus caricias/ quisiera consolarme/ y darme ánimos./ No me costó imaginar/ que estaba sufriendo como yo/ los tormentos de la sed/ y se me ocurrió/ que tal vez estuviera herido/ en el cuerpo o en la cabeza./ Le toqué cuidadosamente,/ sin encontrar nada./ Pero al pasarle la mano/ a lo largo del lomo/ noté algo raro./ Palpándole con el dedo,/ descubrí una cuerda/ y al tirar de ella,/ hallé que le rodeaba/ todo el cuerpo./ Al examinarla/ detenidamente,/ tropecé con una cosa/ que parecía un papel/ sujeto con la cuerda/ de tal manera/ que quedaba justo debajo/ de la paletilla izquierda/ del animal./ Inmediatamente/ se me ocurrió la idea/ de que el papel/ fuera una nota de Augustus/ y que había sucedido/ algún accidente inexplicable/ que le impedía bajar/ a liberarme de mi calabozo/ y que había ideado aquel medio/ para ponerme al corriente/ de la verdadera situación/ de las cosas./ Sin embargo, en mi ansiedad/ por leer todo enseguida,/ sólo conseguí entender/ las siete últimas palabras,/ que decían así:/ …sangre…; tu vida depende/ de permanecer oculto./ Indudablemente,/ Augustus tenía buenas razones/ para desearme que siguiese oculto/ y me forjé mil conjeturas/ sobre lo que habría sucedido./ Sentí de pronto/ un ligero movimiento/ entre el montón de maderas,/ un poco más allá/ de donde yo me hallaba./ Todo permaneció en silencio/ durante unos momentos./ Por fin oí la palabra ¡Arthur!/ repetida en voz baja,/ como por una persona/ que vacilaba./ Recobré de golpe el habla/ y entonces grité/ con toda la fuerza de mi voz:/ ¡Augustus! ¡Ay, Augustus!/ ¡Silencio! ¡Calla, por Dios!/ me contestó./ Estaré contigo/ en cuanto pueda abrirme camino/ a través de la bodega./Al fin, sentí su mano/ sobre mi hombro/ y en ese mismo instante,/ me puso una botella de agua/ en el borde de los labios./ Cuando apagué la sed,/ Augustus sacó del bolsillo/ tres o cuatro patatas cocidas,/ que devoré con la mayor avidez./ Estaba impaciente/ por saber la causa/ de su prolongada ausencia/ y comenzó a contarme/ lo que había sucedido a bordo/ durante mi encarcelamiento./ Nada más dejarme,/ una pistola brilló en su cara/ y cayó derribado por un fuerte golpe./ Una mano vigorosa/ le sujetaba contra el suelo,/ oprimiéndole la garganta./ Su padre estaba atado/ de pies y manos,/ y yacía tendido/ a lo largo de los peldaños/ de la escalera,/ cabeza abajo,/ con una profunda herida/ que sangraba en la frente./ No pronunciaba ni una palabra/ y parecía moribundo./ El piloto del barco/ le registraba detenidamente/ todos los bolsillos…/