/Por fín llegamos/ a mediados del mes de junio/ y para entonces,/ el plan estaba ya/ perfectamente madurado./ Se escribió/ y se entregó la carta/ y un lunes por la mañana/ salí de mi casa/ fingiendo que iba a embarcarme/ en el vapor para New Bedford;/ pero en verdad me dirigí/ al encuentro de Augustus,/ que me estaba aguardando/ en la esquina de una calle./ Nuestro plan era el siguiente:/ yo debía esconderme/ hasta que anocheciera,/ y luego deslizarme/ dentro del bergantín./ Pero como aquel día/ había una densa niebla,/ estuvimos de acuerdo/ en no perder tiempo escondiéndome./ Augustus tomó el camino/ que dirigía hacia el muelle/ y yo le seguí a corta distancia,/ envuelto en un grueso chaquetón/ de marinero,/ que me había traído/ para que no pudiese ser reconocido./ Pero al doblar la segunda esquina,/ con quien me tropecé/ fue con mi abuelo,/ el viejo Mr. Peterson./¡Válgame Dios, Gordon!/ exclamó, mirándome fijamente/ y después de un prolongado silencio./ ¿Pero de quién es/ ese chaquetón tan sucio/ que llevas puesto?/ Señor, le respondí/ fingiendo un aire de sorpresa,/ y expresándome/ de la forma más ruda/ que pueda imaginarse,/ señor, está usted confundido./ En primer lugar,/ no me llamo Gordon/ ni Gordin,/ ni cosa que se le parezca,/ y usted tendría que ser/ algo más educado/ para llamar sucio chaquetón/ a mi abrigo nuevo./ No sé cómo pude contener la risa/ al ver la sorpresa/ con que el anciano/ recibió mi destemplada respuesta./ Retrocedió dos o tres pasos,/ se puso muy pálido primero/ y luego excesivamente colorado,/ se levantó las gafas,/ se las quitó al instante/ y echó a correr/ cojeando tras de mí,/ amenazándome con el paraguas en alto./ Pero se detuvo enseguida,/ como si se le hubiese ocurrido/ repentinamente otra idea/ y dando media vuelta,/ se fue tranqueando calle abajo,/ murmurando entre dientes:/ ¡Malditas gafas!/¡Necesito unas nuevas!/ Hubiera jurado/ que ese marinero era Gordon./ Después de librarme/ de ese tropiezo,/ proseguimos nuestra marcha/ con mayor prudencia/ y llegamos a nuestro destino/ sin ninguna otra novedad./ Augustus se acercó sigilosamente/ al costado del barco,/ y un rato después le seguí yo,/ sin que los atareados marineros/ advirtieran mi llegada./ Rápidamente, conseguimos subir al barco/ y nos dirigimos enseguida/ a la cámara,/ donde no encontramos a nadie./ Estaba muy bien arreglada,/ cosa rara en un ballenero./ Pero Augustus/ me dejó poco tiempo/ para poder observar,/ insistiendo en la necesidad/ de que me ocultara/ lo más rápidamente posible./