/En Streatley/ nos quedamos dos días/ y llevamos/ a lavar la ropa./ Habíamos intentado/ hacerlo nosotros mismos/ en el mismo río,/ bajo las órdenes/ del querido Jorge/ y debo confesar/ que resultó/ un rotundo fracaso./ Bueno, más,/ mucho más;/ nuestra ropa/ estaba mejor antes/ que después./ Antes de lavarla/ estaba muy sucia,/ tremendamente sucia;/ no obstante,/ con un poco/ de buena voluntad/ podía llevarse/ pero después…/ Bueno, el río/ estuvo más limpio,/ pues nuestra ropa/ acaparó todas/ y cada una/ de las porquerías/ que flotaban/ y las acogió/ amorosamente./ La lavandera/ de Streatley/ nos confesó/ que se veía/ obligada/ a hacernos pagar/ el triple/ pues no había sido/ un sencillo lavado/ sino una especie/ de excavaciones/ en una superficie blanda/ y le pagamos/ lo que nos pidió/ sin que ninguno/ se atreviera a hacer/ el menor comentario./ Jorge y yo,/ con Montmorency,/ abandonados/ a nuestra suerte,/ nos decidimos/ a dar una vuelta/ y al regresar/ nos detuvimos/ en una posada/ para descansar/ y alguna cosa más./ Entramos en la sala,/ sentándonos/ en un destartalado/ diván de cuero;/ no muy lejos/ de donde estábamos,/ se encontraba/ un anciano fumando/ en una larga pipa/ y naturalmente,/ entablamos/ conversación./ ¡Qué buen día/ ha hecho!/ ¿verdad?/ Ayer también hizo/ buen tiempo,/ observamos Jorge y yo./ Y mañana/ también lo hará,/ convinimos al unísono./ Me parece/ que la cosecha/ será buena,/ indicó Jorge/ con aires/ de suficiencia./ Tras este cruce/ de espirituales frases,/ no sé cómo/ el anciano/ pudo enterarse/ que éramos forasteros/ y pensábamos irnos/ a la mañana/ siguiente./ Mientras hablábamos/ recorríamos/ con la vista/ la vetusta habitación./ Nos llamó/ poderosamente/ la atención/ una antigua/ y polvorienta/ vitrina/ colocada/ justo encima/ de la chimenea/ en cuyo interior/ aparecía una trucha./ Ese magnífico ejemplar/ me fascinó/ extraordinariamente./ Sus dimensiones/ eran gigantescas/ y he de confesar/ que a primera vista/ pensé que se trataba/ de un bacalao/ de buena estatura./ ¡Ah! exclamó/ el anciano/ siguiendo/ la dirección/ de mi mirada./ Una buena pieza,/ ¿verdad?/ ¡Soberbia! exclamé,/ realmente convencido./ ¿Cuánto pesará?/ preguntó Jorge,/ siempre práctico/ y positivo./ Dieciocho libras/ y seis onzas,/ dijo el anciano/ poniéndose de pie/ y echándose el abrigo/ sobre los hombros./ El día tres/ del mes próximo/ hará dieciséis años/ que lo pesqué/ en las cercanías/ del puente./ Me dijeron/ que estaba/ en el río/ y me propuse/ atraparla,/ saliéndome/ con la mía…/ Creo que peces/ de estas dimensiones/ no suelen abundar./ Buenos días, señores./ Y salió de la sala/ dejándonos solos/ y admirados./ Después de esto/ no podíamos/ apartar la vista/ de aquel notable/ ejemplar,/ y aun seguíamos/ mirándolo fijamente/ cuando un carretero,/ que se había detenido/ en la posada,/ entró con una cerveza/ en la mano/ y también lanzó/ una mirada/ a la trucha./ Una trucha/ de buenas dimensiones,/ exclamó Jorge/ dirigiéndose/ hacia él./ Ya lo puede decir,/ señor…/ y después de tomar/ unos sorbos de cerveza,/ prosiguió diciendo,/ ¿quizá ustedes/ no estaban aquí/ cuando la pescaron?/ No, no señor,/ no tuvimos ese gusto./ Somos forasteros./ ¡Ah… claro…/ murmuró el carretero,/ cómo iban a saberlo!/ Pronto hará/ cinco años/ que la pesqué./ ¡Caramba!…/ ¿Fue usted?/ pregunté interesado. /Si, señor,/ repuso el hombre/ alegremente./ La pesqué/ en las cercanías/ de la esclusa,/ un viernes/ por la tarde/ y lo más notable/ es que la pesqué/ con anzuelo./ Había salido/ en busca/ de salmones,/ sin pensar/ en truchas,/ cuando ví/ a este monstruo/ colgado en la punta/ de la caña./ ¡Menuda sorpresa!/ Y tenía motivos/ de sorpresa,/ ¡pesaba un montón!/ ¡veintiséis libras!/ Buenas noches, señores./ Buenas noches./ Cinco minutos después/ entró un tercer/ ciudadano/ que nos describió/ cómo la había pescado/ una mañana,/ muy tempranito./ Luego compareció/ un caballero/ de cierta edad,/ corpulento/ y solemne/ que se sentó/ cerca de la ventana./ Hubo un silencio/ hasta que Jorge/ se dirigió/ al recién llegado./ Usted perdone/ la libertad/ que nosotros,/ unos perfectos/ desconocidos,/ vamos a tomarnos,/ pero le agradeceríamos/ tuviese la bondad/ de decirnos/ cómo pescó esa trucha./ ¡Oh, cielos!…/ ¿Quién les ha dicho/ semejante cosa?/ preguntó sorprendido./ Nadie… / Se nos ha ocurrido/ que usted/ debe de ser/ el autor/ de semejante hazaña./ ¡Qué cosa/ más curiosa!/ repuso riendo,/ porque…/ ¡lo han adivinado!/ ¡Qué cosa/ más curiosa…/ ¡qué gracia/ que hayan adivinado/ que fui yo/ quien lo pescó!/ Y nos explicó/ cómo necesitó/ más de media hora/ para sacarlo/ del agua/ y cómo/ se le rompió/ la caña;/ nos contó también/ cómo la pesó/ cuidadosamente/ al llegar a casa,/ dándole un peso/ de treinta/ y cuatro libras./ Al poco rato/ se marchó/ y apenas desapareció,/ el posadero vino/ a hacernos compañía./ Le contamos/ las diversas historias/ que habíamos oído/ sobre la trucha,/ lo que le divirtió/ en extremo/ y todos/ nos pusimos a reír/ a grandes carcajadas./ ¡Qué gracioso!/ ¡Qué divertido!/ Esta sí/ que es buena…/ exclamó/ el honrado/ posadero/ riéndose/ con toda/ la fuerza/ de sus pulmones./ Entonces nos contó/ la verdadera historia/ de la trucha./ Hacía mucho tiempo,/ aun era niño,/ que la pescó/ y no gracias/ a ninguna/ extraordinaria/ habilidad/ sino a aquella/ inexplicable/ buena suerte/ que acompaña/ a los muchachos/ que hacen novillos/ para ir a pescar/ en tardes soleadas,/ llevando/ como único/ utensilio/ una rama de árbol/ y un trozo de cordel./ Según parece,/ aquella trucha/ le evitó/ unos azotes/ paternales/ y hasta el maestro/ dijo que compensaba/ dos horas de estudio/ dedicadas/ a la regla de tres./ En este instante/ alguien le llamó/ y nos quedamos/ nosotros solos/ contemplando/ el admirable pescado./ Jorge se interesó/ de tal manera/ que se subió/ a una silla/ para verlo/ más de cerca,/ la silla resbaló/ y para no caer/ se aferró/ a la vitrina/ que junto con Jorge/ no tardó en caer/ al suelo./ ¿No habrás estropeado/ la trucha?/ exclamé asustado/ corriendo hacia Jorge./ Creo que no…/ repuso éste,/ levantándose/ con todo género/ de precauciones/ y mirando/ alrededor./ ¿Qué no la había/ estropeado?/ ¡Se había convertido/ en diminutos pedazos!/ Nos pareció extraño/ e inexplicable/ que una trucha/ se rompiera en pedazos/ y realmente/ hubiera sido raro/ tratándose/ de un auténtico/ pez disecado;/ pero no era/ este el caso./ ¡La famosa trucha/ era de yeso!…/