/Discutimos/ el asunto/ “provisiones”./ Empezaremos/ por el desayuno/ dijo Jorge,/ que jamás dejaba /de ser un muchacho/ eminentemente/ práctico./ Necesitamos/ una sartén grande./ Las sartenes/ acostumbran/ a ser indigestas,/ interrumpió Harris./¿Quieres hacer/ el favor/ de callar?/ pedí a Harris,/ debo confesarlo/ con escasa/ amabilidad./ Deberíamos llevar/ una tetera/ continuó Jorge,/ una olla grande/ y un hornillo./ Para el desayuno/ puedo sugerir/ huevos y jamón,/ cosas de fácil/ preparación;/ carne fría,/ té, pan/ y mantequilla,/ aunque nada/ de queso./ El queso/ es tan pegajoso…/ y codicia el bote/ para sí solo,/ atraviesa el cesto/ allá donde vaya/ y transmite/ todo su olor,/ tan peculiar,/ a todos/ los comestibles/ de a bordo./ Si lleváis queso/ en una embarcación/ no podréis decir/ que coméis pastel/ de manzana/ o salchichas/ de Francfort/ o fresas con crema./ ¡Todo es perfume/ de queso/ y gusto de queso!/ En cierta ocasión/ un buen amigo/ compró en el mercado/ de Liverpool/ un par de quesos,/ magníficos quesos./ Estaban a punto/ y parecían/ verdaderamente/ apetitosos./ Su fuerte olor/ poseía la fuerza/ de doscientos/ caballos de carga;/ podía garantizarse/ una expansión/ a más de tres millas/ a la redonda/ y asegurar/ que derribaría/ a un hombre/ a una distancia/ de doscientos metros./ Como entonces/ me encontraba/ en Liverpool,/ mi amigo me pidió/ que le hiciera/ el favor/ de llevarlos/ a Londres,/ pues no pensaba/ marchar antes/ de un par de días/ y para entonces/ los quesos/ se habrían/ echado a perder./ De acuerdo,/ encantado,/ le dije/ sin saber lo que hacía./ Fui al hotel/ a recogerlos/ y subí a un coche,/ un destartalado/ carricoche,/ arrastrado/ por un pobre animal/ asmático/ y sonámbulo,/ además de patizambo,/ a quién su propietario/ en un momento/ de delirio/ le bautizó/ con el pomposo título/ de caballo./ Dejé los quesos/ en el asiento/ y emprendimos/ la marcha/ con un suave ritmo./ Íbamos tranquilos/ cuando al volver/ una esquina,/ una ráfaga de viento/ llevó al olfato/ del animal/ una bocanada/ de “aire de queso”;/ inmediatamente/ se espabiló,/ murmuró algo/ entre dientes/ y arrancó furioso/ a tres kilómetros/ por minuto./ El viento continuaba/ llevándole/ los mismos efluvios/ y antes de llegar/ al extremo/ de la calle/ corríamos/ a una velocidad/ escalofriante./ Fue necesario/ utilizar los servicios/ de dos forzudos mozos,/ sin contar también/ al cochero,/ para que/ se detuviera/ en la estación./ He de confesar/ que no creo/ que eso hubiese sido/ del todo posible/ si uno de ellos/ no hubiese tenido/ la suficiente presencia/ de espíritu/ de taparle la nariz/ con un pañuelo,/ quemando/ un trozo de papel/ a continuación./ Entré en la estación/ con mi gran paquete./ La gente,/ con muestras/ de un gran respeto,/ se apartaba/ cediéndome el paso./ El tren/ estaba lleno/ hasta los topes/ y no tuve/ más remedio/ que entrar/ a un departamento/ donde había/ siete personas./ Un anciano,/ de ásperos modales,/ me dedicó/ algunas objeciones./ Pero, quieras o no,/ me senté allí/ colocando/ mis quesos/ en el portaequipajes./ Al cabo de unos segundos/ creí dar muestras/ de buena educación/ haciendo/ una observación/ y exclamé:/¡Que día más caluroso!/ Nadie se tomó/ la molestia/ de contestarme./ Hubo una pausa/ que duró/ bastante rato/ hasta que de pronto/ el anciano murmuró:/ ¡Que olor más fuerte!/ Sí, desagradable…/ ¡asfixiante!/ exclamó mi vecino./ Ambos comenzaron/ a respirar/ con fuerza;/ a la tercera/ aspiración/ de aire/ se sintieron/ realmente mareados/ y sin decir/ una sola palabra/ abandonaron/ el departamento./ Una señora/ de formas redondas,/ se levantó/ exclamando:/ ¡Parece mentira…!/ Molestar así/ a una mujer/ tan honrada…/ y tomando/ un maletín/ y ocho paquetes/ también/ se marchó./ Los restantes/ cuatro viajeros/ permanecieron/ inmóviles/ hasta la próxima/ estación,/ donde subió/ otro hombre/ de solemne aspecto,/ que parecía/ pertenecer/ al honrado gremio/ de enterradores./ Se sentó/ en un rincón/ murmurando:/ Hum… se diría/ que por aquí/ hay un niño muerto…/ Y los pasajeros/ se precipitaron,/ en una vergonzosa/ y rápida huida/ hacia a la puerta,/ empujándose/ para salir antes./ Tendremos el vagón/ para nosotros solos,/ dije amablemente/ y el desconocido respondió/ riendo alegremente:/ ¡Hay gente/ que se preocupa/ por tonterías…!/ Sin embargo,/ durante/ el trayecto/ fue cambiando/ de expresión./ Parecía/ como si lentamente/ le agobiasen/ unos tristes/ pensamientos./ Al llegar a Crewe/ creí conveniente/ invitarle/ a tomar algo./ Nos dirigimos/ a la fonda/ de la estación/ donde estuvimos/ golpeando/ el mostrador/ con los paraguas/ y dando palmadas/ más de un cuarto/ de hora,/ hasta que/ una mozuela/ hizo su aparición,/ inquiriendo/ si “por casualidad”/ queríamos algo./ ¿Qué va a tomar?/ pregunté/ a mi acompañante./ Media botella/ de coñac,/ señorita,/ repuso/ sin tan siquiera/ mirarme/ y apenas/ terminó su copa/ desapareció/ encaminándose/ a otro vagón./ He de confesar/ que su proceder/ me pareció/ bastante grosero./ Aunque el tren/ iba atestado,/ a partir de Crewe/ yo permanecí/ en la más absoluta/ de las soledades;/ en cada estación/ que se detenía,/ los viajeros/ llegaban viendo/ mi compartimiento/ totalmente vacío,/ exclamaban/ alborozados:/ ¡María, sube aquí…!/ Venid aquí…/ hay sitio…/ Y corrían,/ arrastrando/ sus equipajes/ peleándose delante/ de la portezuela/ para subir/ los primeros./ Alguno/ lograba abrirla/ y caía de espaldas/ en brazos/ de los demás,/ que a su vez/ se asomaban,/ percibían el olor/ y retrocediendo,/ medio asfixiados,/ corrían ligeros/ a amontonarse/ en los otros coches,/ aunque fuese/ pagando/ el suplemento/ de primera clase./ Al llegar/ a la capital/ me apresuré/ a llevar los quesos/ a la familia/ de mi amigo/ y cuando hice/ mi aparición/ en la salita/ donde su esposa/ me aguardaba,/ ésta exclamó/ ¿Qué ha ocurrido?…/ Por favor,/ dígame/ qué ha pasado./ ¡No me oculte/ ningún detalle!/ No ha ocurrido/ absolutamente nada,/ querida señora,/ sólo son unos quesos/ que Tom compró/ en Liverpool/ y me pidió/ que se los trajera…/ Mi amigo prolongó/ su estancia/ en Liverpool/ y tres días/ más tarde,/ al ver que aún/ no había/ regresado,/ su esposa/ vino a verme:/¿Qué instrucciones/ le dio Tom?/ me preguntó/ muy interesada./ Recomendó/ ponerlos/ en sitio fresco/ y que nadie/ los tocara./ Seguro que nadie/ los tocará…/ ¿Los ha olido él?/ Supongo que sí,/ pues al parecer/ su marido sentía/ enorme interés/ hacía ellos./ ¿Cree usted/ que se enfadaría/ si entregase/ un “soberano”/ a alguien/ para que/ se los llevara,/ enterrándolos/ muy lejos?/ Me temo/ que su marido/ no sonreiría/ nunca más./ De repente/ se le ocurrió/ una idea/ luminosa:/ ¿Podría guardarlos/ usted mismo?/ Permítame/ que se los envíe./ Mi querida/ señora/ repuse cortés/ pero firmemente,/ me gusta/ muchísimo/ el perfume/ del queso/ y el viaje/ que he hecho/ en compañía/ de ellos/ lo consideraré/ siempre/ como el feliz término/ de un hermoso día/ de placer./ Tiene usted razón,/ dijo la esposa/ de mi amigo,/ahora, bien,/ he de decirle/ una cosa,/ y es que/ nos iremos/ a un hotel/ mientras/ estos quesos/ permanezcan/ intactos./ ¡Rehúso vivir/ en tan perfumada/ compañía!/ A pesar/ de mi gran simpatía/ hacia el queso,/ no tuve más remedio/ que compartir/ la opinión/ de Jorge./ No tomaremos té,/ dijo Jorge/ y estas palabras/ alargaron el rostro/ de Harris,/ en lugar de eso/ comeremos/ abundantemente/ a las siete/ y de esta forma/ prescindiremos/ de la merienda/ y de la cena./ El rostro/ de Harris/ recobró/ su tamaño natural./ También propongo/ llevar pastelillos/ rellenos,/ carne fría,/ tomates/ y verduras./ Para beber,/ necesitaremos/ reservas de agua/ y un par/ de botellas/ de whisky/ por si naufragamos./ Me parecía/ que Jorge/ padecía una especie/ de obsesión,/ siempre hablando/ del posible naufragio,/ y encontraba/ que no era/ un estado/ de ánimo/ muy propicio/ para emprender/ una excursión/ fluvial./ La lista de todo/ cuanto necesitábamos/ fue redactada/ aquella noche/ y he de confesar/ que resultaba/ bastante larga./ Al día siguiente/ era viernes/ así que recogimos/ todos los objetos/ que íbamos a llevar/ y nos reunimos/ por la noche/ con objeto/ de embalarlos./ Teníamos/ un enorme baúl/ para la ropa/ y un par de cestos/ para las provisiones/ y utensilios/ de cocina;/ empujamos la mesa/ justo debajo/ de la ventana,/ y nos sentamos/ a su alrededor/ para contemplar/ todo aquello./ Del equipaje/ me encargo yo/ afirmé/ enérgicamente/ Debo confesar/ sin la menor/ jactancia/ que estoy/ muy orgulloso/ de mi habilidad/ en embalar./ Apenas expresé/ mi propuesta/ y aseguré/ a Harris/ y Jorge/ la conveniencia/ de dejarlo todo/ en mis manos,/ ambos aceptaron/ mi sugerencia/ con tal rapidez/ que me pareció/ bastante/ sospechosa./ ¿Y las botas?/ ¿Vas a dejarlas/ fuera del baul?/ preguntó Harris,/ amablemente./ Lleno de asombro/ di media vuelta y…/¡sí, en efecto,/ había olvidado/ colocarlas/ dentro del baúl!/ Ya ven cómo/ es Harris;/ pudo advertirme/ a tiempo,/ pero prefirió/ esperar un poco,/ hasta que lo tuve/ bien cerrado./ El idiota de Jorge/ creyó conveniente/ amenizar/ la observación/ de Harris/ y soltó/ una de sus/ carcajadas/ tan estúpidas/ e irritantes/ que me sacan/ de quicio./ Abrí el baúl/ e introduje/ las botas/ pero cuando/ iba a cerrarlo/ de nuevo/ una horrible/ interrogación/ cruzó mi cerebro./ ¿Había guardado/ el cepillo/ de dientes?/ Este miserable objeto/ me persigue,/ me obsesiona,/ convierte/ mi vida/ en un martirio./ Cada vez/ que salgo/ de viaje,/ me paso/ las noches/ soñando /que lo he perdido,/ despierto empapado/ en sudor frío/ y salto de la cama;/ a la mañana siguiente/ lo guardo/ antes de usarlo/ y claro está,/ tengo que abrir/ las maletas/ para sacarlo./ ¡Y, casualidad,/ siempre está/ al fondo de todo!/ Esta vez,/ para no faltar/ a la costumbre,/ también tuve/ que revolver/ todo el baúl/ de arriba abajo/ sin encontrarlo;/ dejé todo/ más o menos/ de la misma/ manera/ en que debían estar/ todas las cosas/ como si reinara/ un profundo caos./ Veinte veces/ pude encontrar/ los cepillos/ de Harris/ y Jorge,/ pero el mío/ brillaba/ por su ausencia./ Finalmente,/ de las sombrías/ profundidades/ de una bota/ salió el cepillo./ ¡Y a embalar/ todo de nuevo!/ Terminaba/ de ajustar/ las correas/ por segunda vez,/ cuando sonó/ la voz de Jorge,/ rezumando/ amabilidad:/ Querido amigo,/ ¿no has olvidado/ meter el jabón?/ Mi respuesta/ no puede/ considerarse,/ precisamente,/ de muy académica./ Con demasiada/ energía/ para ser/ una simple/ contestación,/ le repliqué/ que me importaba/ tres pepinos/ que estuviese/ el jabón o no./ En doce horas/ tenemos que marchar,/ dijo Harris/ y pienso/ que lo mejor será/ que Jorge y yo/ procedamos/ a llenar/ los cestos./ No opuse/ ninguna objeción/ a sus palabras/ y me senté/ a contemplarles/ desplegando/ gran actividad./ Emprendieron/ toda su labor/ con aires/ muy placenteros,/ dispuestos/ a demostrarme/ la manera/ en la que/ se debían hacer/ las cosas,/ pero no hice/ el menor comentario/ ni me di tampoco/ por aludido;/ me limité/ simplemente/ a esperar/ los acontecimientos./ Eché una mirada/ a los montones/ de platos, tazas,/ ollas, botellas,/ pasteles,/ hornillo,/ tomates, etc…,/ y presentí/ que esa atmósfera/ de inefable/ regocijo/ iba a desaparecer/ en breve tiempo/ y así fue./ Empezaron/ rompiendo una taza./ Luego Harris/ puso la confitura/ de fresas/ justo encima/ de un tomate/ que se reventó/ ocasionando/ gran escándalo/ y tuvieron/ que recogerlo todo/ con una cucharilla./ A los pocos segundos,/ Jorge resbalaba/ pisando/ la mantequilla./ Continué envuelto/ en mi inmutable/ silencio/ y sin pronunciar/ una sola palabra/ me aproximé/ hacia ellos,/ sentándome/ en un extremo/ de la mesa./ Esto les irritó/ mucho más/ que cualquier/ observación;/ se pusieron/ muy nerviosos,/ pisaban todo/ lo que había/ en el suelo,/ amontonándolo/ desordenadamente/ y naturalmente,/ a la hora/ de guardarlo/ no encontraban/ absolutamente nada;/ colocaron/ los pasteles/ debajo/ de los utensilios/ más pesados/ con el resultado/ que los dulces/ quedaron/ convertidos/ en informes/ amasijos./ Había sal/ por doquier/ y por lo que/ se refería/ a la mantequilla…/ ¡jamás he visto/ un par de individuos/ que hicieran/ tantas cosas/ con un penique/ y dos chelines/ de mantequilla!/ En cuanto Jorge/ se la pudo quitar/ de la punta/ de su zapatilla/ unió sus esfuerzos/ a los de Harris/ para meterla/ en una cacerola./ La mantequilla/ no quiso entrar/ y lo que había/ en el interior/ de la cacerola/ se obstinaba/ en no salir./ Montmorency/ se entretenía/ en sentarse/ encima/ de cada objeto,/ metiendo/ el hocico/ en todo./ Estaba seguro/ de que cada vez/ que Harris o Jorge/ extendían la mano/ en busca de algo/ deseaban encontrar/ su fría/ y húmeda nariz./ Metió las patas/ en la confitura/ y convencido/ de que los limones/ eran feroces ratones,/ saltó dentro/ de los cestos/ “matando” a tres/ antes de que Harris/ le hiciera/ “aterrizar”/ con el mango/ de una sartén./ Harris afirmaba,/ indignado,/ que yo azuzaba/ al perro/ ¡como si el animalito/ necesitase/ que alguien/ le animara!/ Las tareas/ de empaquetar/ durararían/ hasta la una/ de la madrugada./ Harris se sentó/ sobre una cesta,/ expresando/ su opinión/ de que nada/ se rompería,/ a lo que Jorge añadió/ que si algo/ se rompía…/ ¡pues que se rompiese!/ El tono de su voz/ llevaba inflexiones/ bastante extrañas;/ luego dijo/ que se caía/ de sueño/ y que se iba/ a la cama/ sin perder/ un segundo./ Subimos al piso/ donde nos jugamos/ a cara o cruz/ las camas,/ designando/ la suerte/ a Harris/ como mi compañero/ de cama./ Para cuando/ nos dimos cuenta,/ Jorge dormía/ como un tronco./ Le dejamos/ un orinal/ de manera/ que al levantarse/ metiese los pies/ dentro de él/ y fuimos a dormir./